El tratamiento principal será de carácter psicológico,
cognitivo-conductual, para tratar de revertir los hábitos alimentarios y de
actividad física. La dieta incluye beber abundante líquido y lo ideal sería de
tipo mediterránea, fraccionada en cinco comidas al día, tratando de eliminar
los alimentos refinados, aumentando el consumo de fibra, de proteínas vegetales
y de ácidos grasos en forma de Omega 3. Estos alimentos deben ser un 50%
hidratos de carbono, 30% grasas y 20% proteínas e irán enfocados a aumentar la
sensibilidad a la insulina y prevenir o mejorar trastornos metabólicos.
La actividad física irá enfocada a mejorar la sensibilidad a
la insulina, reducir la lipogénesis, aumentar el gasto de energía y la pérdida
de peso. Esto debe ser acompañado del abandono completo del tabaco.
Cuando el cambio en
los hábitos de vida no es suficiente es necesario iniciar el tratamiento
farmacológico, que irá enfocado a las necesidades del paciente:
Uso de antihipertensivos, para disminuir la presión arterial
hasta límites normales (130/85) como son las tiazidas o los IECA.
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